Toluca, Estado de México, 14 de mayo de 2021.-
Paleontólogos del INAH y de la UNAM hallaron una nueva especie de dinosaurio, llamada Tlatolophus galorum, un colosal herbívoro que vivió hace 72 o 73 millones de años y murió en lo que debió ser un cuerpo de agua copioso en sedimentos, por lo que quedó rápidamente cubierto por la tierra y pudo preservarse a lo largo del tiempo.
Este hallazgo, publicado en la revista científica Cretaceous Research , deriva de un proyecto multidisciplinario, con la participación de la Secretaría de Cultura, a través del INAH, que en 2013 anunció la recuperación exitosa de la cola articulada de un dinosaurio en el Ejido Guadalupe Alamitos, municipio de General Cepeda, en Coahuila.
Foto: Twitter/@INAHmx
La recuperación de 80 por ciento del cráneo posibilitó su identificación como género y especie inéditos. Es el primer parasaurolofino reportado en México.
El investigador, coautor del artículo académico junto con Felisa Aguilar, René Hernández Rivera, José Luis Gudiño Maussán, Marisol Lara Rodríguez y Jesús Alvarado Ortega, abunda que entre dichos huesos apareció uno muy alargado y con forma de gota.
En su momento dije que era parte de la pelvis, pero otro de los participantes del proyecto, José López Espinoza, comentó que aquello era la cabeza del animal”.
Tras la recolección, limpieza y análisis de otros 34 fragmentos óseos que las piezas embonaron. Los paleontólogos tenían, en efecto, la cresta del dinosaurio, con 1.32 metros de largo, lo mismo que otras partes del cráneo: mandíbulas inferiores y superiores, paladar e, incluso, el segmento que se conoce como neurocráneo, donde se alojaba el cerebro.
Dadas las excepcionales condiciones de conservación del cráneo –se preserva casi 80% de esta estructura ósea–, se pudo dar paso a la comparación del ejemplar con otras especies de hadrosaurios conocidas en la región, como el Velafrons coahuilensis.
El examen mostró que la cresta y la nariz eran distintas al Velafrons y más parecidas a lo que se observa en otra tribu de los hadrosaurios: los parasaurolofinos.
Después de todos estos hallazgos, nos convencimos de que estábamos ante un nuevo género y especie de dinosaurio crestado, comenta Felisa Aguilar.
El nombre de Tlatolophus galorum es un homenaje múltiple dado por los investigadores del INAH y la UNAM. Por un lado, el género Tlatolophus deriva de la voz nahua tlahtolli (palabra) y del griego lophus (cresta), por lo que su traducción es: cresta palabra.
Sabemos que tenían oídos con la capacidad de recibir sonidos de baja frecuencia, por lo que debieron ser dinosaurios pacíficos pero platicadores. Algunos paleontólogos teorizan que emitían sonidos fuertes para espantar a los carnívoros o con fines de reproducción, lo que sugiere que las crestas lucían colores vistosos”, explica Ángel Ramírez.
En cuanto al nombre de la especie, galorum, Felisa Aguilar refiere que se trata de un homenaje a dos actores: ga, por un lado, al filántropo Jesús Garza Arocha, quien fue enlace entre la comunidad y los investigadores del INAH y la UNAM; mientras que lorum se designó para reconocer el apoyo de la familia López, que coadyuvó con los paleontólogos brindando hospedaje, alimentación y otras facilidades durante las temporadas de campo.
La cola articulada del Tlatolophus galorum se exhibe en la cabecera municipal de General Cepeda, donde —con apoyo del ayuntamiento— se habilitó un espacio en el que los habitantes del municipio y visitantes pueden conocer los vestigios de este antiguo habitante de la Tierra.
Este fósil, que continúa bajo investigación, es un caso excepcional en la paleontología mexicana, ya que tuvieron que ocurrir sucesos altamente favorables desde hace millones de años, cuando Coahuila era una región tropical, como una gran planicie costera, para que se conservara en las condiciones con las cuales lo encontramos”, subraya la paleontóloga Felisa Aguilar.
Con información de (AMX Noticias)